jueves, 1 de septiembre de 2011

La parábola de las orugas

Dos orugas tejieron su capullo. En ese ambiente protegido, se fueron transformado en mariposa: Cuando estaban listas para salir y volar libremente, empezaron las dudas. Una de las mariposas, que se sentía frágil, pensó: 

 
“La vida allá fuera tiene muchos peligros. Un pájaro podría despedazarme y comerme. O podrá pasarlo mal con las tempestades. O podría alcanzarme un rayo. La lluvia podría romper mis alas y hacerme caer al suelo. Además, la primavera está terminando, ¿y si faltara el néctar? ¿quién me ayudará?"


Los riesgos eran muchos y la pequeña mariposa tenía sus razones. Asustada, decidió no partir. Se quedó protegida por su capullo, pero como no tenía medios de subsistencia, murió de modo muy triste, desnutrida, deshidratada y, lo que es peor, encarcelada por el mundo que ella misma había tejido. 


La otra mariposa también tenía dudas. Tenía miedo del mundo exterior, sabía que muchas mariposas no duraban más de un día fuera del capullo, pero deseo la libertada en primer lugar. Y así, partió. Voló hacia los peligros. Prefirió ser una caminante en busca de lo único que determinaba su esencia. 




¿Cuántas veces en tu vida te has sentido como esa mariposa? Con miedo de lo que pasará si nos arriesgamos a romper las barreras que nos separan de nuestros sueños, porque nos sentimos más cómodos y protegidos siguiendo como estamos... Tal vez sea hora de probar y atrevernos a vivir la vida intensamente, disfrutando de lo que amamos, maravillándonos con todo lo que podemos conseguir si vamos a por ello con fé.


No te rindas. Haz todo lo que esté en tu mano por conseguir lo que deseas y te sorprenderás con los resultados.