viernes, 30 de septiembre de 2011

La calle de los sueños

Contaba una hada madrina, quizás era la mía o quizás la que junto a ti camina, que en su pueblo natal había una calle llena de tiendas a los dos lados. En la pared de la entrada lucía una placa, con letra muy y muy pequeña que debías interpretar. Si lo conseguías las palabras salían volando, cual angelitos traviesos, y haciéndose grandes te despeinaban y, claro, te dejaban mudo de la sorpresa. Sonaba entonces en tus oídos el estribillo de una canción: “A la calle de los sueños no puede acceder cualquiera, pues sabido es que aquel que anduviera cojo, siendo soñador sin empeños, de rojo ve la flor pero con tela negra la oculta.”

Y sí, contaba la hada que un día consiguieron entrar tres duendes. Uno se llamaba Desear, el otro Querer y el otro Poseer. Los tres se dirigieron a una tienda muy curiosa. En el tablero frontal que se sentaba encima de la puerta estaba escrita la palabra “Sueñería”. Para entrar había que llamar antes, había que hacer sonar una campanita que colgaba del linde de una ventana.

El primer duende llamó primero. Una voz gruesa pero apacible sonó desde el interior: “Dígame”. “Deseo recoger mi sueño”, respondió el duende. “De acuerdo – le respondió la voz- vuelva cuando el sol salga de noche.”

Luego llamó el segundo duende y, sin esperar respuesta, grito fuerte: “Quiero recoger mi sueño”. “De acuerdo – le respondieron- Espere sentado y abra y cierre una mano sin parar hasta que aparezca”.

Entonces llamó el tercer duende. La voz resonó de nuevo, ahora con un tinte de enfado o impaciencia: “¡Dígame!” “Guardan aquí mi sueño- respondió el duende- y lo vengo a recoger”. “Vaya – dijo la voz- ¿está ya preparado?” “Y claro, hecho y rehecho y envuelto está”. Y la puerta se abrió.

¿Y entonces? Acababa la hada su historia así: “ Colorín, colorado, no hay sueño soñado si antes no lo has tomado”




miércoles, 21 de septiembre de 2011

Enfrentando tus miedos

"Empieza haciendo lo necesario, sigue haciendo lo posible y de pronto te encontraras haciendo lo imposible"

...los ojos no siempre ven. Hay que buscar con el corazón.

Nuestro miedo más profundo no es creer que somos inadecuados.

Nuestro miedo más profundo es saber que somos poderosos más allá de la mesura.
Es nuestra Luz y no nuestra oscuridad lo que más nos asusta.

Nos preguntamos ¿Quién soy yo para sentirme brillante, atractivo, talentoso, fabuloso?

Pero en realidad ¿Quién soy yo para no serlo?
Yo soy un hijo de Dios.
El juego de ser o parecer insignificamte no te sirve ni le sirve al mundo.
No hay nada de iluminación en hacerte pasar por menos, con el fin de que otras personas no se sientas inseguras.
Todos podemos brillar tal y como lo hacen los niños.
Todos nacimos para manifestar la Gloria de Dios que está en nuestro  interior.
Esta Gloria no está dentro de unos cuantos, sino que está dentro de todos nosotros.
Y cuando permitimos que nuestra Luz brille, también le estamos dando la oportunidad a otras personas para hacer lo mismo.

A medida que nos vamos liberando de nuestros miedos,
nuestra presencia libera a otros automáticamente.


jueves, 1 de septiembre de 2011

La parábola de las orugas

Dos orugas tejieron su capullo. En ese ambiente protegido, se fueron transformado en mariposa: Cuando estaban listas para salir y volar libremente, empezaron las dudas. Una de las mariposas, que se sentía frágil, pensó: 

 
“La vida allá fuera tiene muchos peligros. Un pájaro podría despedazarme y comerme. O podrá pasarlo mal con las tempestades. O podría alcanzarme un rayo. La lluvia podría romper mis alas y hacerme caer al suelo. Además, la primavera está terminando, ¿y si faltara el néctar? ¿quién me ayudará?"


Los riesgos eran muchos y la pequeña mariposa tenía sus razones. Asustada, decidió no partir. Se quedó protegida por su capullo, pero como no tenía medios de subsistencia, murió de modo muy triste, desnutrida, deshidratada y, lo que es peor, encarcelada por el mundo que ella misma había tejido. 


La otra mariposa también tenía dudas. Tenía miedo del mundo exterior, sabía que muchas mariposas no duraban más de un día fuera del capullo, pero deseo la libertada en primer lugar. Y así, partió. Voló hacia los peligros. Prefirió ser una caminante en busca de lo único que determinaba su esencia. 




¿Cuántas veces en tu vida te has sentido como esa mariposa? Con miedo de lo que pasará si nos arriesgamos a romper las barreras que nos separan de nuestros sueños, porque nos sentimos más cómodos y protegidos siguiendo como estamos... Tal vez sea hora de probar y atrevernos a vivir la vida intensamente, disfrutando de lo que amamos, maravillándonos con todo lo que podemos conseguir si vamos a por ello con fé.


No te rindas. Haz todo lo que esté en tu mano por conseguir lo que deseas y te sorprenderás con los resultados.